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Koji in to Kishuku

Ambientación

-Tengo... mucho frío...

No había pasado tanto tiempo desde aquel día, apenas unos veinte años aproximadamente. Se siente como si hubiera pasado ayer el estar en aquella oscura ciudad que había sido atacada por las intensas lloviznas de los primeros y helados días de invierno. Las personas caminaban a paso rápido hacia cualquier sitio donde pudiera cubrirse del agua sin dar mínima atención a quien en verdad la necesitara, como aquella pequeña figura escondida en un callejón sucio y oscuro sollozaba silenciosamente.

-Ne ne... ¿te encuentras bien?

Le pregunte a aquel niño que se encontraba solo, sentado en el húmedo asfalto abrazando sus piernas con fuerza. Este alzo su cabeza dejando ver unos lisos cabellos rubios escapar de la capucha de su manchada campera. No podía ver sus ojos pero extendí mi mano hacia él al igual que el paraguas con el que me cubría de la lluvia pero este se asustó pegándose más hacia la fría pared, tapando su cabeza con las manos.

-Aléjate... -musitó simplemente, con la voz quebrada.

-¿por qué lloras? -pregunté, inclinándome un poco.

-Yo no lloro...

Me limite a sentarme junto a él, cubriendo a ambos con el amplio paraguas sorprendiéndome un poco al sentir como el chico se acurrucaba hacia mí, seguramente por frio, quedándose así varios minutos.
No pasó demasiado tiempo antes de que un adulto pasara a recogerme. Sin haber podido entablar una conversación con aquel pequeño niño sentía una gran conexión emocional, sabía que él estaba solo en el mundo como yo lo estuve alguna vez.

-Llévelo... onegai...

Musité entonces, el dueño del internado de la ciudad, hombre que me había adoptado cuando no tenía más de dos años de edad que me indico que subiese al auto que se encontraba encendido esperándonos. Baje la mirada creyendo que aquel chico viviría en un lugar tan espeluznante como era la calle pero era mí deber hacer caso, después de todo él era mi padre. Momentos más tarde el chico entre también en el vehículo, aproximándose a mí para lamer mi mejilla.

-A...arigato...

Susurro apenas audible, esas fue la última ocasión que pude escuchar su voz en un periodo de tiempo sumamente largo.

Pasaron varios años luego de aquel encuentro y el hombre que me había adoptado, al ver lo unido que era con Belphegor, (a decir verdad, él no se me despegaba) decidió adoptarlo también, considerando que éramos buenos “hermanos”. Prácticamente crecimos juntos a pesar del desinterés y la frialdad que presentaba Bel pude aprender a lidiar con todas sus actitudes, dado que era mi pequeño hermano supe protegerlo y quererlo. Jamás lo había dicho, pero su familia había sido asesinada, tras haber sido violado por el perpetrador el chico había huido.

Tiempo después el director, nuestro padre, falleció de una trágica enfermedad, dejando el orfanato a cargo de sus dos jóvenes hijos, ¿Cómo iba a saber yo con mi corta edad manejar un orfanato? ¡Apenas había cumplido la mayoría de edad! Durante un duro y cruel año las condiciones financieras del orfanato comenzaron a decaer hasta llegar completamente a la pobreza, todo se me había salido de las manos a pesar del esfuerzo que había hecho. Belphegor se contentaba con supervisar sin tomar demasiadas cartas en el asunto y si se quedaba era únicamente porque se lo había pedido, no solo eso, podía verse claramente como despertaba en él el rencor y el lamento retenido, el cual comenzó a dirigir en secreto hacía los huérfanos, maltratándolos o abusando íntimamente de su suerte. Al mismo tiempo mantenía una abierta e íntima relación conmigo, el único al que parecia respetar verdaderamente como persona. Pero shhh, eso no debería estar en boca de nadie.

Cierta tarde, llego a mis manos una carta del gobierno el cual proveería de unos substanciosos fondos y un amplio y lujoso edificio, a cambio de que el orfanato se adjuntase a un internado-reformatorio. Acepte, estaba desesperado, ¡no podía dejar que esos niños estuvieran sin hogar!

Inmediatamente, el gran edificio fue levantado en las afueras de la ciudad, amplios ventanales con rejas de seguridad, un perímetro vigilado por guardias altamente capacitados, pero desde fuera parecía una simple escuela, dividida a los lados de su parte central y neutra, en el ala derecha de cuidaba y protegía a los niños del orfanato, mientras que en ala izquierda del edifico se castigaba y apresaba a los menores infractores del reformatorio.

Ante los primeros descontroles generales se contrataron guardia interiores, los cuales, apostados en ambos extremos del edificio y la zona neutral, dividían a ambas partes, protegiendo a unos y castigando a los otros. Estos conflictos, a pesar de mantener una gran paz y orden aparente eran camuflados por actos de corrupción, violencia y perversión hacia los internos y huérfanos, los cuales se atraían entre sí por mera curiosidad.
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Tras examinar esto detenidamente, Belphegor oculto todas las irregularidades, dejando que Inuyasha fuese el director general del orfanato, mientras el asumía el cargo de director general en el sector del internado y control de los guardias, a pesar de resultar beneficiado y tener libertad para su propia y frívola perversión, apostaba a que su “hermano” no se enterase de eso, siendo feliz al creer que solo ayudaba a los pequeños abandonados, consciente de que sería odiado de enterarse.

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Tablita creada por BellaBlack